El mundo de la música y el del deporte son compatibles
Deportistas y músicos, en algunos casos, comparten mismos valores y sensibilidad; entre ellos se encuentran principalmente las ansias de superación. En otras ocasiones, como sucede con los tenistas y los guitarristas, desarrollan idéntica enfermedad: la tendinitis. Y es que numerosas han sido las veces en las que, tras una intensa carrera profesional, algunos deciden de pleno cambiar de bando y se lanzan a tocar la guitarra.
Así sucedió, por ejemplo, con Mats Wilander, quien tras ganar varios Grand Slam, se pasó a la música para guitarra con su grupo de rock Clark Band.
Dentro de la sección de guitarra española, algunos grandes del flamenco como el jerezano Fernando Moreno aseguran haber tenido igualmente un apasionado pasado de deportista. Por su parte, el exjugador del Real Madrid Esteban Granero es un enamorado de la guitarra clásica y de artistas nacionales como Quique González.
Sin abandonar el fútbol, el antiguo centrocampista del equipo blanco Álvaro Benito, tras sufrir una grave lesión, fundó la banda Pignoise. Parecida trayectoria había seguido con anterioridad el mítico Julio Iglesias, quien pasó de futbolista a vocalista. Volviendo al mundo del tenis, el francés Yannick Noah, ganador del Roland Garros en 1993, decidió volcarse en exclusiva al género reggae.
Pero no solo tenistas y futbolistas han mostrado su amor por la música. Dentro del automovilismo el piloto de Fórmula Uno Jaime Alguersauri es un experto DJ en sus ratos libres, además de haber sacado recientemente el disco Organic Life.
Otro enamorado de las pistas de baile y la música electrónica es Fonsi Nieto, quien pincha usualmente en la discoteca Pachá de Ibiza. También el dos veces campeón del mundo en Superbikes James Toseland formó Crash, con éxito relativo.
Gustos más melódicos ha desarrollado Gaizka Mendieta, exmiembro del Barça, con su Gasteiz Gang, que pasó por el último Festival de Benicassim. En definitiva, deporte y música atraen por igual.