Estilos de guitarra clásica y española
Tocar la guitarra es, para muchos, sinónimo de múltiples sensaciones. Los instrumentos de cuerda poseen la particularidad de aunar emociones varias en un único soporte: desde la alegría hasta la melancolía; pasando, entremedias, por la esperanza o la épica, gracias a las distintas notas musicales.
Así, a lo largo de la historia, se han desarrollado cítaras, salterios, mandolinas o mandoras. En cuanto a la guitarra española propiamente dicha, se sabe de su existencia desde el siglo XVI, gracias al tratado de Juan Carlos Amat titulado Guitarra española de cinco órdenes. Se cree que el andaluz Vicente Espinel fue su creador.
En este sentido, la guitarra clásica se diferencia de la flamenca en el tamaño de los aros, la acción de las cuerdas (más baja en la flamenca), el denominado trasteo o ceceo y el tipo de madera utilizado. Comparten ambas, no obstante, el mismo número de cuerdas (seis: tres agudas y tres graves), así como la característica caja de madera de unos 37 centímetros de ancho (vista de frente). De aquí derivan, precisamente, la guitarra acústica y la eléctrica.
La guitarra acústica se introdujo en los Estados Unidos de la mano de los primeros emigrantes europeos y resulta muy común encontrarla en el género folk. Suelen ser más largas que sus hermanas más directas, pues algunas cajas llegan a alcanzar los 41 centímetros de ancho y tener hasta 12 cuerdas.
La guitarra eléctrica, por su parte, se utiliza desde finales de los sesenta. Necesita de cables, altavoces y un mástil de 22 a 24 trastes. Su atribución exacta corresponde al músico de jazz Les Paul, aunque fue Leo Fender quien diseñó la primera desmontable. En definitiva, la música para guitarra puede resultar muy variada entre sí y no ha dejado nunca de evolucionar.